La primera vez que se habló de neurocosmética fue en 2007, durante la reunión de la Sociedad de Químicos de Cosméticos de Nueva York. De entonces diversas marcas en todo el mundo han desarrollado productos basados en este enfoque de la cosmética.
Poco después de esa reunión, Steve Herman, entonces director de tecnología para Manheimer Fragrances, decía que la neurocosmética era un paso hacia la comprensión y el tratamiento de la piel envejecida, y que además significaba posibilidades infinitas de nuevos y mejores productos para la piel.
En palabras simples, la neurocosmética estudia la conexión entre la piel y el sistema nervioso, y los productos que resultan de esto se formulan con activos que provocan la secreción de endorfinas u otras sustancias que ayudan a mejorar el bienestar cutáneo.
“La neurocosmética puede afectar literalmente la forma en que el cerebro responde al tratamiento tópico (…) Ataca los grupos de nervios sensibles al calor, el frío, el dolor, la picazón y la presión. Estos receptores envían señales a través de las fibras de la piel a la médula espinal, que luego se transmiten al cerebro”, explica Herman en un artículo publicado en 2007.
Al final lo que los productos neurocosméticos buscan es restablecer la comunicación entre el cerebro y la piel, que se ve interrumpida por factores externos relacionados con el medio ambiente, o con factores internos como el estado de ánimo de las personas.
Cerebro y piel, vínculo primigenio
Como explica Francesc Balaguer, investigador de los Laboratorios Puig, la piel es un órgano receptor de sensaciones, estimulado constantemente por el medio ambiente, y su conexión con el cerebro es capaz de desencadenar alteraciones cutáneas alérgicas o inflamatorias, que además se agravan con el estrés. Es claro que la piel responde a determinados estados psíquicos, como cuando nos sonrojamos, palidecemos, sudamos o se nos pone ‘la piel de gallina’.
El cerebro y la piel se comunican mediante más de 800,000 receptores sensoriales que ayudan a activar procesos como la regeneración celular, la función inmune, la pigmentación, etcétera. Sin embargo, cuando estos sufren interferencias por el estrés, la edad o el medio ambiente, la piel comienza a envejecer y a perder elasticidad.
“Poseemos los nervios a flor de piel. La piel y el cerebro son hermanos embriológicos nostálgicos por su origen común: el ectoblasto. La piel es la prolongación periférica del sistema nervioso”, dice Balaguer, citando a Laurent Misery, quien descubrió la relación de la piel con el sistema nervioso.
Y esa relación es tal que lo que pase en el cerebro sin lugar a dudas impactará en la piel, pues no es casualidad que hoy en día padecimientos como la psoriasis o el acné sean cada vez más comunes entre quienes llevan estilos de vida muy acelerados o están sometidos a fuertes presiones psicológicas.

“La piel es un espejo de lo que cada persona está sintiendo y viviendo, de su estado de ánimo. Sus emociones se manifiestan en la piel a través del color, el aspecto, a veces se reseca, a veces está rugosa, todo eso son sensaciones que vienen del cerebro y de lo que cada quien vive”, explica Aracely Enríquez, directora general de Le Vel Olié, fabricante de productos neurocosméticos basados en aceite de avestruz y aceites esenciales.
Incluso, dice, las líneas de expresión no son más que el mapa de vida de las personas, el reflejo de la personalidad, y dejan ver cómo están los sentimientos de cada individuo. “Todo lo que la cabeza procesa, si no te apruebas o te sientes feo, empiezas a producir acné, resequedad, etcétera”.
Es ahí donde radica la importancia de estos descubrimientos, presentados en 2007. El alcance de la neurología cutánea es tal, que de acuerdo con Balaguer, influye en aspectos estéticos como la resequedad y sensibilidad de la piel, el fotoenvejecimiento, las arrugas, la pigmentación, la calvicie, la celulitis, el prurito, la rosácea, la seborrea… todos de gran interés para la cosmética.
Los estudios recientes sobre el Sistema Neuro Inmuno Cutáneo (SNIC) podrían dar respuesta a problemas dermatológicos como los producidos por la radiación solar y mejorar la eficacia de ingredientes, por mencionar algunos. A su vez, los productos neurocosméticos pueden contribuir vía los neurotransmisores al bienestar y mejora del estado fisiológico de las personas.
Naturaleza, fuente de neuroactivos
Los ingredientes biofuncionales, incluidos los que se utilizan en neurocosmética, alcanzan un valor de mercado de alrededor de 1,100 millones de dólares, y tendrán un crecimiento anual de 6% entre 2016 y 2021, según la compañía de investigación de mercados, Kline Research Consulting.
Esto responde a una tendencia global caracterizada por el creciente interés de los consumidores en equilibrar sus vidas y mejorar el estado de bienestar, por lo que demandan productos naturales y altamente efectivos.
Los proveedores de ingredientes no han desaprovechado la oportunidad de atender este mercado, y en los últimos años se ha incrementado la oferta de neuro-activos cosméticos.
Empresa Activo neurocosmético Mibelle Biochemistry HappyBelle Matriscience Neurodermine Givaudan Mariliance Indena Bosexil Ashland Infini’tea Vytrus Biotech Kannabia Sense
En los productos neurocosméticos los activos son básicamente péptidos de diversos orígenes y una variedad de extractos de plantas. Ingredientes como el mentol, que actúa sobre los termorreceptores y proporciona la sensación de frío; o la capsaicina, que provoca sensación de calor, son ejemplos claros de ingredientes neuro-activos.
Se trata de ingredientes tópicos que funcionan en el sistema nervioso cutáneo, es decir, en la superficie de la piel, que actúan a nivel neurológico para producir un efecto calmante y de bienestar, y a la vez con efecto antienvejecimiento.
“Lo que buscamos es que a través de las sensaciones y de productos que son un alimento para la piel, las personas mejoren su ánimo. Las cremas que nutren y aportan vitalidad a la piel o los aromas que hacen que se relajen y piensen en estar bien”, afirma la directiva de Le Vel Olié, cuyos productos han sido desarrollados en conjunto con investigadores de la Universidad de Guadalajara.
Marcas globales como Shiseido han lanzado productos neurocosméticos, como su crema de día Essential Energy, con la tecnología ReNeura, que contiene Ashitaba α, extracto de una planta japonesa que protege las células y que tradicionalmente se usa en Japón para tratar la depresión.
Otras firmas como la española Sensalia Labs, a través de su marca Facialderm, ofrece una línea de neurocosméticos formulada con Neurophroline, un extracto derivado de la planta hindú Tephrosia purpurea, que reduce hasta en 70% la producción de cortisol —responsable del estrés— en dos horas.
“Con el advenimiento de la investigación con células madre, el estudio del genoma, los avances en biotecnología y otros descubrimientos científicos, simplemente estamos tocando la superficie de lo que podría ser posible en el futuro cercano para el cuidado tópico de la piel”, afirman Rob y Carol Trow, fundadores de DermaConcepts USA, distribuidor de productos para el cuidado de la piel.