Con una inversión de 150 millones de dólares, Cargill inauguró su planta para el procesamiento sostenible de pectina en el municipio de Bebedouro, Brasil. La producción se orientará sobre todo a los mercados de alimentos y cuidado personal de Sudamérica y Europa.
Las nuevas instalaciones destacan por su bajo impacto ambiental. De acuerdo con la compañía, la planta opera con energía térmica obtenida de biomasa y biogás. Además, debido a su cercanía con los cultivos de cítricos, la emisión de CO2 es reducida.
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“Esta planta es el último ejemplo de cómo Cargill está trabajando para reducir el impacto ambiental. Esto comienza con la proximidad de la planta a sus proveedores de cítricos, que además tienen fincas certificadas por Rainforest Alliance”, señaló Laerte Moraes, director de Almidones, Edulcorantes y Negocio de Texturizadores en Sudamérica de Cargill.
Agregó que la fábrica emplea prácticas de sostenibilidad ya probadas en otras instalaciones de la empresa. “En los últimos cinco años hemos reducido el consumo de energía de nuestras plantas europeas en un 20%. Y la planta de pectina de Brasil continuará con ese compromiso para minimizar la huella de carbono de Cargill”, ponderó.
La apertura de la planta de Brasil formó parte de un plan de tres años en el que también se modernizaron las instalaciones de Italia, Francia y Alemania. Un plan que hoy ha posicionado a Cargill como el segundo productor de pectina más grande del mundo.
A decir del directivo, la creciente demanda de alimentos y bebidas elaborados con ingredientes naturales y reducidos en azúcar está impulsando el mercado de pectinas.
“La pectina HM de Cargill se utiliza como texturizador, espesante, agente gelificante, estabilizador de proteínas, entre otras. Por lo tanto, se usa en mermeladas, bebidas con sabor a frutas, yogures, confitería, así como en productos para el cuidado personal”, explicó Laerte Moraes.