Hasta ahora la farmacogenética, la medicina de precisión y la cirugía maxilofacial son algunos de los campos que se han beneficiado de los estudios sobre diversidad genética, pero ¿qué tan útil sería para la industria cosmética conocer dónde se ubica la población más propensa a las canas o dónde predomina el cabello lacio o con determinado color de piel?
En diversos países se está hablando de que la genética es el futuro de la cosmética, pues a partir de que se logró decodificar la secuencia completa del ADN del genoma humano, se han hecho diversos estudios para entender cómo ocurre el deterioro del organismo en el proceso de envejecimiento y mucho de esto se halla en el límite entre la medicina y la cosmética.
Con las reservas que advierten los genetistas, por ahora conocer los genes y para qué sirve cada uno no basta para encontrar soluciones a los problemas de envejecimiento, en particular debido a que aún se desconoce la acción de muchos genes, y sobre todo la interacción entre ellos.
Más allá de esto, la buena noticia es que gracias al estudio realizado por el Consorcio para el Análisis de la Diversidad y Evolución de Latinoamérica (Candela) en México, Colombia, Chile, Perú y Brasil, hoy se cuenta con más información sobre la diversidad genética en la región.
“A diferencia de proyectos anteriores, en este estudio analizamos cada muestra dándole una coordenada geográfica y eso nos permitió hacer mapas basados en datos reales de cómo varía, por ejemplo, la herencia indígena, la herencia europea o la herencia africana en diferentes regiones de América Latina”, aclara Víctor Acuña, investigador de la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH) y uno de los participantes de Candela en México.
Así que uno de los resultados más destacados del estudio son los mapas de la diversidad genética que muestran datos sobre dónde predomina tal o cual característica genética en cada país, de hecho el estudio de Candela identificó genes que influyen en las características faciales, en el cabello y la piel de los latinoamericanos. Con este estudio se puede decir, entre otras cuestiones, qué variación genética es más frecuente en cierta zona de México.
“La mayoría de estas variaciones genéticas, por así decirlo, son polimórficas en cualquier lugar del mundo, entonces no es fácil generalizar o delimitar dónde tal característica está presente y dónde está ausente, pero en definitiva es una guía”, comenta en entrevista.
Así es como la farmacogenética y la medicina de precisión se apoyan en este tipo de información para identificar subgrupos donde ciertas medicinas, por ejemplo, pueden funcionar mejor que otras, o dónde tiene más sentido tomar medidas para prever o modificar el estilo de vida a fin de evitar alguna enfermedad.
“Una de estas variaciones genéticas, por ejemplo, tiene que ver con la pigmentación de la piel en los nativos americanos, y buena parte de los mexicanos compartimos mucha de esa variación genética con la población de Asia, lo mismo pasa con el cabello lacio, ciertos rasgos dentales o la forma de los ojos.
“De algún modo ya se sabía de estas variaciones genéticas, pero ahora lo podemos ver, no sólo a nivel del aspecto físico, sino de la frecuencia en que las características genéticas están relacionadas con esos rasgos físicos”, detalla Víctor Acuña.
El gen de las canas
Uno de los genes que más ha llamado la atención en el proyecto Candela es Edar, que se relaciona con una forma muy particular de los dientes incisivos, y es algo que compartimos con los asiáticos, pero además es un gen asociado con la forma del cabello (lacio) y con algunos rasgos de la cara y cráneo.
Otro gen es el IRF4, relacionado en antaño con la determinación del color del cabello, y ahora pudo observarse que su presencia aumenta la predisposición al encanecimiento, pues hace que se deje de producir melanina y va perdiendo sus funciones en la medida que la persona envejece. Además, la variación genética del IRF4 asociada a las canas se presenta con mayor frecuencia en poblaciones de origen europeo.
“Esta información aumenta el conocimiento de la biología del desarrollo en distintos aspectos: características físicas (forma de la cara o el encanecimiento), envejecimiento, o pigmentación de la piel. Es un conocimiento antropológico, pero también nos permite entender los procesos biológicos que están detrás del desarrollo de diferentes características”, asegura el investigador de la ENAH.
En suma, la información puede interesarle a distintas disciplinas, aunque en genética, a decir de Víctor Acuña, la complejidad radica en que haber encontrado el gen de las canas no significa que puede inventarse un método para impedir la acción de aquel.
“Eso es mentira, porque en primer lugar ninguna característica está totalmente determinada por estas variaciones genéticas (…), no puedes predecir totalmente quién lo va a tener y quién no; en segundo lugar, quiere decir que no es la única causa, entonces no por modificar yo ese gen voy a evitar las canas.
“Y en tercer lugar, y quizá el más importante, es que cada gen tiene diferentes efectos a lo largo de la vida de una persona; entonces si yo actuara sobre él tendría consecuencias no esperadas o a lo mejor no gratas, por lo tanto se vuelve un asunto muy difícil de controlar”, advierte.
En cambio, la información que contienen los mapas de variación genética pueden dar idea de la propensión a ciertas características y funcionar como una referencia, además la base de datos que ha resultado de Candela, está abierta para nuevos estudios, mucho más específicos sobre la piel o ciertas enfermedades.
Se tiene previsto concluir el año próximo las publicaciones en torno a las generalidades de la población latinoamericana estudiada, al tiempo que comenzarán a realizarse los análisis mucho más específicos para México.
“El uso de estos datos no termina nunca porque es una base que se abre para que otras personas la utilicen (…). Siempre estará disponible, aunque como tal los objetivos iniciales se han cumplido”, dice.
La primera etapa del proyecto, consistente en el levantamiento de muestras, fue financiado por The Leverhulme Trust, de Inglaterra; para la segunda etapa, correspondiente al análisis a nivel del genoma completo, recibió recursos del Biotechnology and Biological Sciences Research Council, también británico. En México, además hubo financiamiento del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).
Participaron en el proyecto: Víctor Acuña, de la ENAH; Samuel Cañizales, de la Facultad de Química de la UNAM y del Instituto Nacional de Medicina Genómica; y Jorge Gómez Valdés, que estaba en la Facultad de Medicina de la UNAM, y ahora está en la ENAH.