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    Cosmética sólida. En ruta a la sostenibilidad

    Los esfuerzos de la industria cosmética y de cuidado personal por aminorar los daños que sus procesos ocasionan al medio ambiente se multiplican. La adopción de estrategias y prácticas circulares bajo la premisa de ‘hacer más con menos’ se observan, sobre todo, en tres vertientes: reducción de energía, reducción de agua y reducción de residuos.

    Desde esta perspectiva, la cosmética sólida es quizá una de las propuestas más sostenibles que el sector ofrece hoy en día a los consumidores. Se trata de fórmulas anhidras que demandan un mínimo de agua en la producción; no requieren prácticamente de un empaque para comercializarse o usarse; la vida de anaquel es prolongada; y su nivel de desempeño es igual o mejor al de las versiones líquidas.

    Aunque el concepto no termina de popularizarse entre los consumidores, es cuestión de tiempo para que sus cualidades funcionales y ambientales lo consoliden en el mercado. Cada vez son más las marcas de cosméticos y cuidado personal, así como empresas proveedoras de activos e ingredientes, quienes se suman a la promoción de la cosmética sólida.

    La marca inglesa Lush, pionera en este campo —con más de 800 tiendas en 50 países, y con el 60% de su portafolio integrado por productos ‘desnudos’, como se refiere a los formatos sólidos— asegura que un shampoo sólido equivale a tres shampoos líquidos de 250g; un nivel de eficiencia que reduce ‘drásticamente’ la huella de carbono.

    Mo Constantine, cofundadora de Lush, explicó en una entrevista publicada en el website de la marca en España: “En los últimos 13 años hemos vendido casi 38 millones de estas maravillas en todo el mundo [formatos sólidos], lo que ha supuesto un ahorro de 114 millones de botellas de plástico (2,850 toneladas). Esa cifra equivale al 3,6% de la Isla de basura del Océano Pacífico”.

    La empresaria aseguró que “En un momento como el que estamos viviendo, donde la contaminación por plástico es un problema muy grave, todo cobra aún más sentido”. Y tiene razón, no sólo por la crisis del plástico o del agua que se agudizan, sino también por la emergencia sanitaria que afecta por igual a todas las naciones.

    COVID-19, síntoma de la grave afectación ambiental

    La pandemia que azota al mundo es un indicio más del grave impacto que las actividades humanas están causando al medio ambiente. La sobreexplotación de la biodiversidad —en este caso, de la fauna terrestre y marina— ha provocado que 60% de las enfermedades infecciosas conocidas hasta ahora se hayan transmitido de animales a personas; y se estima que 75% de las que están emergiendo, como el COVID-19, también tengan un origen zoonótico.

    Al problema de la biodiversidad se suma la degradación de los suelos, la escasez de agua potable, así como la contaminación del aire y del océano. La Organización de las Naciones Unidas (ONU) estima que más del 70% de los desechos vertidos al medio marino son plásticos, equivalente a unos 5 billones de macro y micro piezas.

    En cuanto a la escasez del agua, el organismo calcula que alrededor de 2,100 millones de personas viven en zonas con estrés hídrico; y prevé que hacia el 2030 la demanda de agua superará la capacidad de suministro en 40%, una carencia a la que se enfrentarán, para entonces, cuatro de cada 10 habitantes en el mundo.

    De acuerdo con Euromonitor Internacional, las fórmulas para el cuidado del cabello como shampoos y acondicionadores, junto con las de baño y ducha, representan alrededor del 70% del agua agregada por la industria a los productos de cuidado personal».

    La conjunción de estos factores está dando lugar al cambio climático, el mayor reto que tiene ante sí la humanidad. Por esta razón, la ONU pide a los individuos adoptar hábitos de consumo conscientes, mientras que exhorta a las empresas a incorporar prácticas sostenibles, tanto en los procesos de producción como en las cadenas de suministro.

    Para la industria cosmética el tema debe ser una prioridad, tomando en cuenta que la mayor parte de los ingredientes (activos y extractos botánicos, aceites esenciales, pigmentos naturales o grasas vegetales) utilizados en las formulaciones provienen de la naturaleza.

    Soluciones ‘desnudas’ para consumidores conscientes

    Los formatos sólidos deberán apreciarse en un momento en que la conservación del medio ambiente está en juego; cuando se asegura que la economía circular deberá impulsar modelos de producción y consumo sostenibles, encauzados a optimizar el aprovechamiento de los recursos, aumentar la vida útil de los productos y a minimizar la generación de residuos (Gráfica 1).

    Gráfica 1

    En este contexto, los productos para el cuidado personal en barra deberán tomar un papel relevante. Si bien jabones de baño y desodorantes sólidos son de uso cotidiano desde hace tiempo; y los shampoos y acondicionadores vienen ampliando su participación en el mercado, otras aplicaciones como cremas faciales, protectores solares, dentífricos o perfumes, aún tienen un vasto campo de oportunidades por explorar.

    La marca de cosméticos Chanel, por ejemplo, lanzó el año pasado su línea de lápices de perfume, a la que definió como “Un perfume en un formato inédito”. Este desarrollo se compone de una mina ultrasensorial que se desliza sobre la piel dejando una textura en bálsamo y una fragancia de larga duración. La línea está compuesta por cuatro lápices con sendas notas florales que van de afrutadas a cítricas.

    Un año atrás, Sephora introdujo a su cartera de productos una línea de mascarillas para la limpieza facial en barra, integrada por cuatro variantes: sandía, bambú, carbón y espirulina, cada una orientada a cumplir una función específica: limpiar, nutrir, matificar o purificar. La marca española Aúpa Organics, por su parte, tiene en portafolio pasta y enjuague dental en pastillas.

    En México, marcas independientes como Nuestra Tierra han apostado por los formatos en barra para abrirse paso en el mercado. Actualmente comercializa en línea desmaquillantes, iluminadores y correctores faciales, lo mismo que mascarillas exfoliantes y shampoo sólido. Otra firma independiente, Indra Cosmética, promueve en su tienda virtual diversas líneas sólidas para cuidado capilar, facial, corporal y oral.

    Por el lado de los proveedores de materias primas, compañías como Stephenson identifican áreas de oportunidad para las barras en el sector de cuidado masculino. La firma inglesa propone a los fabricantes desarrollar shampoo 3 en 1 o jabones corporales con acción desodorante. Pondera que el concepto es compatible con otras tendencias, de las que destaca zero waste, plastic free, clean beauty, entre otras.

    Croda, empresa global que suministra activos e ingredientes, coloca la tendencia waterless en el radar. Asegura que ante la escasez de agua, los consumidores están tomando conciencia y buscan cuidarla, en tanto que las marcas están tratando de responder a tal demanda con la modificación de sus procesos para reducir el uso del líquido, o bien explorando nuevas alternativas para formular sus productos.

    En la tendencia waterless conviven los formatos sólidos con los polvos y los aceites esenciales. “Waterless tiende a convertirse en un líder en formulaciones de belleza, ya que combina sostenibilidad, conveniencia y productos más concentrados que pueden optimizar una formulación”, asegura la compañía con presencia en México.

    Así, cuando se dice que la economía lineal basada en el  “tomar, hacer y desechar” está conduciendo al mundo a una debacle social y ambiental inevitable; y que la economía circular ofrece la posibilidad de gestionar los recursos naturales de una manera regenerativa y sostenible, procurando crecimiento económico, bienestar social y beneficios medioambientales, allí deben tener cabida los formatos sólidos.

    Euromonitor International señala que durante 2018 más de 89,000 millones de toneladas de materiales fueron extraídos de la economía global, pero sólo el 9% fue recirculado; motivo por el que asegura que el modelo lineal es ineficiente. Sin embargo, advierte en el horizonte un cambio importante, impulsado por consumidores preocupados por el cambio climático, convencidos de que sus decisiones de compra pueden ser parte de la solución.

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